Una mirada crítica de Oscar Parrilli sobre el manejo de los recursos (gas, petróleo, agua, hidrógeno, sol, vientos, litio) en nuestro país.
Nos dicen que tenemos que apurarnos y aprovechar esta “oportunidad única”, ya que ayudaríamos a salvar al mundo -especialmente Europa- y a nosotros mismos de la crisis global.
Según los “especialistas” con esto llegaría una generosa lluvia de inversiones extranjeras, que atraería las codiciadas divisas a nuestro país y permitiría un flujo constante de exportaciones de las materias primas que demanda el mundo.
Dicen que Argentina tiene las mejores reservas de Litio; y que en breve nuestro país pasaría de producir 30 mil a 150 mil toneladas del recurso estrella del siglo XXI, si entran en operación todos los proyectos. De esta manera nos posicionaríamos como un actor central e indispensable en el mercado mundial del “oro blanco”.
Para el establishment internacional, de los tres países que conforman el famoso “Triángulo del litio”, nuestro marco normativo es el más atractivo para la inversión extranjera. Para ellos sería un pecado modificarlo, ya que generaría “desconfianza” en los inversionistas y sacaría a nuestro país de su “virtuoso sendero exportador”.
El marco normativo que tanto elogian es el Código de Minería de 1886. Allí se aclara que el Estado, si bien es el dueño de los salares y minas, no puede explotarlos. Tiene que concesionarlos a un privado para que lo haga. El privado se transforma en el dueño del salar o mina para siempre y puede venderlo, alquilarlo o heredarlo, como si fuese un departamento o un auto.
Por explorar salares y minas de litio las empresas pagan por única vez un canon de $1.600 por 500 hectáreas. Cuando ya tienen la concesión para explotación, pagan $320 anuales por cada 100 ha. Ser dueño de 100 hectáreas del recurso más preciado del siglo, es más barato que hacerse un asado.
Por la ley de inversiones mineras 24.196 de 1993, las empresas pagan a las provincias regalías del 3% sobre el precio de boca de mina (el más bajo del mercado), sobre el cual además se deducen costos de transporte, trituración y administración. Por la misma ley, tienen estabilidad fiscal por 30 años, están exentas del impuesto a las ganancias y del pago de derechos de importación, entre otros. Ninguna de las dos empresas que operan en Argentina comercializa en el mercado interno, sino que exportan la totalidad de su producción.
Durante el gobierno de Macri, las pérdidas económicas del Estado fueron de U$105 millones, esto se debe en gran parte a que Cambiemos eliminó entre 2016 y 2019 los derechos de exportación a muchos productos, entre ellos, el litio.
Finalmente, en 2020 se fijó el derecho de exportación para los compuestos de litio en un 4,5% desde el 1 de enero de 2021.
Por otro lado, en el marco de las reformas al sector minero, en 1993 se establecieron reintegros del 5% para las exportaciones de minerales y en 1998 se incorporó al litio y derivados, un año después de que entrara en operación la primera empresa extranjera de litio en Argentina.
En 2002 se redujeron los reintegros al 2,5%. El gobierno de Cambiemos primero los elevó, pero tuvo que disminuirlos al 1,5% en 2018, obligados por la reducción de subsidios que imponía el Fondo. Sin embargo hay algo que todavía no cierra: En teoría los porcentajes de derechos de exportación son mayores que los reintegros desde 2020, pero el Estado sigue devolviendo más dinero del que recauda a las empresas litíferas. ¿Cosa de mandinga? El descalabro es tal que entre 2015 y 2022 perdimos U$137 millones. Una verdadera catástrofe.
En 2022, las exportaciones de carbonato de litio significaron U$443 millones, lo que no llega a ser ni una décima parte de los U$7.684 millones que lleva exportado Chile, a pesar de que también operan sólo dos empresas y compartimos la misma región geográfica. Desde 2017 las exportaciones aumentaron un 900% en Chile, incluso habiendo reformado los sagrados contratos con las empresas, lo que significó un amplio aumento de la carga impositiva: las regalías están en un 40%, el canon es en dólares y las empresas tienen que invertir parte de sus ganancias en las comunidades y en proyectos de ciencia y tecnología.
Por su parte en Argentina, con un marco normativo favorable a las empresas, las exportaciones sólo se duplicaron. Sin embargo, el aumento de las exportaciones en Argentina no se debe a producción adicional, sino al aumento del precio internacional.
En resumen, se llevan el litio y los dólares, le “subsidiamos” a las empresas las regalías y los derechos de exportación con las “devoluciones”, las exceptuamos de casi todos los impuestos y permitimos que subfacturen. Evidentemente las oportunidades que nos ofrece el mundo no derraman beneficios automáticos. Aprovecharlas en función del desarrollo nacional requiere de un Estado inteligente y robusto, que articule sus capacidades, que planifique su política económica, que ejerza una política exterior soberana y que sea capaz de poner límites a los grupos económicos para distribuir la riqueza generada por estas actividades.
No se trata de obstaculizar la inversión extranjera, ni de impedir la participación del capital privado, ni de nacionalizar el litio porque los recursos son de las provincias. Se trata de ordenar la actividad para que las provincias y la Nación recauden lo que corresponde.
Oscar Parrilli para Página 12