“Deberían tener angustia de tomar la decisión, querido Rey, de separarse de España”, le aseguraba el ex presidente Macri al rey de España en pleno acto conmemorativo de la independencia argentina. Hoy, la muerte de la reina británica desnudó – nuevamente – la congoja que atraviesan algunos sectores, mediáticos y políticos, de la sociedad argentina.
La reunión de directorio se paraliza, un gerente rompe en llanto y, azorada, una integrante de la mesa intenta consolarlo. “Pantallas y primeras planas en negro, el característico cintillo de luto debe acompañar cada logo”, esgrime – solemne – otro directivo. Ha muerto la reina de Inglaterra y, con la caída del puente de Londres, algunos activan su propio protocolo.
Faltó poco. Muy poco. Nadie se sorprendería si escenas como esta se hubiesen dado puertas adentro de los principales medios de comunicación del país. Y es que, recapitulando, el tratamiento periodístico que le dieron al fallecimiento de la reina no antagoniza con la fantasía del párrafo anterior.
En gran parte de los informes sobre la vida de “su alteza” faltó la delimitación política sobre su figura y, más en profundidad, sobre lo que significó y significa la corona británica para cientos de pueblos que aún hoy reclaman su soberanía.
Pero ¿por qué irnos tan lejos? Una porción de territorio argentino sigue bajo dominio ilegítimo inglés e Isabel era la reina que comandaba la expansión del imperio, tal cual lo describió – oh, sorpresa – Mirtha Legrand a la hora de ser consultada por el fallecimiento y la catarata de memes que la consagraban como la última integrante viva de los Peces del Infierno.
Tampoco los medios se hicieron eco del reclamo de los Veteranos de Malvinas, quienes, a través de un comunicado, repudiaron el – justamente – “edulcorado” tratamiento que se le dio al suceso, en contraste “con los rostros de las madres de los soldados muertos” y el peligro latente para le integridad del país y el continente que significan las bases militares del imperio en las islas.
Nada.
De hecho, las coberturas periodísticas intentaron ridiculizar a los piquetes que, enterados de la noticia y presentes en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires en lucha contra el ajuste del Gobierno Nacional, levantaron consignas contra la ocupación de las islas. Claro, para las líneas editoriales “no era momento” de confrontar; el pueblo argentino debió guardar luto por tan sentida pérdida.
Para finalizar, la introducción a este texto no es azarosa. Ya Mauricio Macri, presidente en ese entonces, se disculpaba con la corona española – había invitado al rey a la conmemoración por el bicentenario de la independencia argentina – y, poniéndose en la piel de quienes llevaron adelante la gesta, aseguraba que hasta podía sentir en carne propia la “angustia” que los invadía por la decisión de separarse de España.
¿Notás la similitud? La muerte de la reina británica despertó en las líneas editoriales de muchos medios de comunicación este mismo sentimiento; el de consagrarse a los imperios de manera descarnada y sin ponerse colorados.